El tiempo regala respeto a los lugares, las personas y las cosas. Siendo un establecimiento con 171 años a las espaldas, el restaurante Lhardy lleva consigo algo más que respeto en el mundo de la restauración.
Después de que seis generaciones hayan regentado este histórico lugar, Lhardy se ha convertido en un rincón de la historia madrileña. Sus seis salones presentados por Milagros Novo, la gerente- toda una guía turística del restaurante aunque ella no lo reconozca- te conducen al más puro siglo XIX, cuando Isabel II degustaba el cocido y los callos tan típicos de este lugar, además de divertirse en la sala japonesa olvidando ciertas pertenencias de su atavío a su partida. “Es un lugar que conserva lo antiguo incorporando lo necesariamente nuevo”, comentaba Milagros mientras traía la amplia carta que ofrece Lhardy, entre la que se encuentra el cocido en tres vuelcos: sopa, verdura con parte de las carnes y garbanzos con el resto de la carne. “Se puede repetir de lo que más te haya gustado” explicaba Novo.
Después de que seis generaciones hayan regentado este histórico lugar, Lhardy se ha convertido en un rincón de la historia madrileña. Sus seis salones presentados por Milagros Novo, la gerente- toda una guía turística del restaurante aunque ella no lo reconozca- te conducen al más puro siglo XIX, cuando Isabel II degustaba el cocido y los callos tan típicos de este lugar, además de divertirse en la sala japonesa olvidando ciertas pertenencias de su atavío a su partida. “Es un lugar que conserva lo antiguo incorporando lo necesariamente nuevo”, comentaba Milagros mientras traía la amplia carta que ofrece Lhardy, entre la que se encuentra el cocido en tres vuelcos: sopa, verdura con parte de las carnes y garbanzos con el resto de la carne. “Se puede repetir de lo que más te haya gustado” explicaba Novo.
“Y es que ante todo hay que ser muy generosos con los clientes”, decía el recién fallecido Santi Santamaría. Lo recordaba Abel Valverde, el jefe de sala del Santceloni al mostrar el restaurante. El espacio de este lugar es con lo primero que premian. Peldaño a peldaño te conducen al centro del escenario donde 13 mesas encima de un suelo de ajedrez están repartidas por un amplio local, rodeando uno de los sitios más importantes del restaurante. Una mesa a simple vista, pero el corazón del establecimiento para Abel Valverde y David Robledo, el sumiller, donde trinchan y catan la elección de los clientes. El Santceloni ofrece platos exquisitos, como el jarrete de ternera con puré de patatas, donde la técnica empleada despierta los sentidos, siempre mojado por los mejores vinos. Todo viene acompañado desde el primer momento por detalles del personal de sala, que estudian a los clientes para tratarles a capricho.
Así te tratan también en otro de los restaurantes que más cuidan los intereses de los clientes, el Urkiola Mendi. “Ofrecer la mejor relación calidad-precio, respetando el producto”, es el objetivo de Rogelio Barahona, gerente y cocinero del restaurante. La decoración minimalista y la amplitud del local despejan cualquier distracción que te aparte del plato que escogiste, que es lo importante en este lugar. “No me dejan quitar las croquetas de la carta” decía Barahona y es que las razones las entiendes cuando comiendo una te quedas con ganas de más.